INFORMANTES
La selección de los informantes —como la de la red de puntos— ha estado condicionada por el tipo de cuestionario utilizado. Al tratarse de encuestas en la que se buscaban casi exclusivamente términos de agricultura y ganadería tradicionales, se hizo necesaria la colaboración de personas que conocieran a la perfección dichos campos. No eran útiles, por ese motivo, personas excesivamente jóvenes, pero tampoco las mayores que no hubieran trabajado en el campo. En líneas generales, los informantes se pueden catalogar, utilizando la terminología de Chambers y Trudgill [13], como NORM´S (nonmobile, older, rural males), que, por otra parte, son los habituales en trabajos de este tipo.
Se ha seguido el criterio del informante único, aunque siempre que ha sido posible —o cuando las circunstancias lo requerían— se han utilizado informantes secundarios.
La mujer nunca ha sido seleccionada como informante principal. Aun así, cuando en el ámbito de la encuesta se encontraba una mujer, se aprovechaba la ocasión para recoger sus testimonios, sobre todo para observar la fonética.
Las características buscadas en los informantes han sido las siguientes:
1. Nativos de la localidad.
2. Con edades comprendidas entre los 60 y los 80 años.
3. Analfabetos o con escasa instrucción.
4. Agricultores o de profesión relacionada con el campo.
5. Con ascendentes y cónyuge nativos de la localidad.
6. Poco viajeros y sin residencias prolongadas fuera del término municipal.
7. Con dentadura completa.
8. Con buen carácter, de inteligencia natural, sin problemas graves de salud, simpáticos y comprensivos.
El sistema puesto en práctica para acceder a los informantes ha tenido pocas variaciones: tras llegar a la localidad, nos entrevistábamos con algún representante local (alcalde, secretario del ayuntamiento o empleado municipal), al que explicábamos el objeto de la visita y pedíamos colaboración para que nos presentara a una persona con las características antes señaladas y un lugar en el que poder realizar la encuesta [14]. Si la persona recomendada no era la más indicada para conseguir los objetivos, se optaba por alguna de las siguientes soluciones:
a) Si el informante incumplía gravemente alguno de los requisitos, se le hacía una parte de la encuesta para ganar su confianza y pedirle luego que nos presentara a otro vecino.
b) Si el informante se negaba a prestar su colaboración, se volvía a recabar la ayuda de los responsables municipales.
En cualquier caso, lo que no es recomendable —a no ser que sea absolutamente necesario— es acceder directamente a los informantes, ya que entonces el grado de desconfianza, e incluso de rechazo, es manifiesto.
Los principales problemas con los que hemos tropezado en la selección de informantes han sido los siguientes:
1. Informantes influidos por normas lingüísticas ajenas a la variedad local [15].
2. Informantes que aparentemente no muestran influencias externas, pero que han residido fuera del municipio o han viajado con asiduidad [16].
3. Informantes con un nivel cultural apreciable o, a pesar de carecer de estudios oficiales, valorados positivamente por la comunidad. Son los denominados cronistas del municipio, «sabios locales» que conocen la historia del pueblo y las costumbres; en algún caso incluso se han preocupado de elaborar listas de palabras en el habla popular. Quizá estos sean los más peligrosos para los intereses de los dialectólogos, ya que pueden pasar inadvertidos si camuflan su forma de hablar para dar una sensación rústica [17].
De cualquier forma, los ayuntamientos suelen ofrecer buenos informantes.